Prólogo de Secreta Fuente III, Carlos Bousoño

III

Ante las circunstancias europeas, las nuevas voces poéticas hubieron de adensarse, de profundizarse, de “humanizarse” más y más. Los poetas empezaron a “creer” en la muerte. Los hombres “saben” que han de morirse, pero no siempre “creen” en ello. Sí: la poesía española se ha humanizado. Al empezar el hombre a creer en la muerte, se despierta en él, de un modo paralelo, la conciencia de lo que es la vida, del mismo modo que el desgraciado adquiere conciencia de la felicidad que tuvo en otro tiempo. Así el hombre se “humaniza”, porque se da cuenta de que vive, al darse cuenta de que muere, de que es humano, mortal, perecedero.
  
Antonio Machado
Conciencia de que vive, conciencia de que muere, esto es, conciencia de que existe en el tiempo. El tiempo y su fugitividad, o sea, la idea del hombre como ser temporal, limitado por dos abismos –nacimiento y muerte- será el escenario en que se ha de mover gran parte de la nueva poesía española. Pero, ¿no será ésta una de las características más sobresalientes de la literatura española y hasta europea y norteamericana del siglo XX? Releamos a Antonio Machado, que definía la poesía como “palabra en el tiempo”, a Azorín, a Unamuno, y veamos cómo esa sensación del “fugit irreparabile tempus” impregna casi todas las páginas de sus libros. Y si traspasamos los Pirineos, ¿no nos encontramos con un Bergson, filósofo de lo temporal, en Francia, y luego ya en nuestros días, con el existencialismo angustioso de Sartre? Pero también en la literatura norteamericana la sensación del tiempo la podemos hallar, y así, un escritor, como Thornton Wilder escribe “Our Town”, obra de teatro eminentemente temporal.
  
Y es que, naturalmente, esa “humanización” de que hablo no pudo haber surgido, de pronto, a modo instantáneo, como arde un estanque de gasolina al aplicarse una cerilla. No. Los cambios de espíritu en la historia –se ha dicho- no se dan por saltos, sino por evolución lenta. Y así, esta progresiva humanización viene desarrollándose tal vez desde el romanticismo, intensificada luego por las dos guerras mundiales. El recrudecimiento de tal fenómeno a partir del superrealismo creo que es evidente. Luego la guerra particular de España y la general de Europa hicieron el resto…
  
El hecho creciente de la humanización del hombre actual, que vengo comentando, está registrado de una manera clara, en el vocabulario de hoy. Todos pueden comprobar, a poco que se fijen, una a modo de inflación en el uso de la palabra “humano”. Casi, casi, es ya un latiguillo, sésamo, o palabra mágica de nuestros días.
  
“Un libro muy humano”, “un poema muy humano”, “un hombre muy humano”, son frases que todos decimos. El ser o no ser humana una persona, un film o un libro, es ya para nosotros algo valorativo. El hombre medio juzga ya la calidad de casi todas las cosas por su mayor o menor coloreamiento de humanidad. Y conste que no creo que nuestro punto de mira sea el mejor, ni el que nos vaya a proporcionar una visión más completa. Sólo registro un hecho, sin analizarlo. Es más: pienso que tal vez estemos en un error. Quizá ese modo de ver y de considerar las cosas sea el más sujeto a modificación, el más errado, el más fungible traje de época, insoportable apenas pasen las circunstancias que lo han hecho nacer. 
   
Pedro Salinas
Pero sí: el hombre, su alma, son fenómenos interesantes para la gente de hoy. He aquí la explicación del psicologismo que caracteriza nuestra época, y que trae como consecuencia es éxito, por un lado, de Freud, y por el otro de biografías y epistolarios. También esta humanización y psicologismo pueden explicar el gran desarrollo de la poesía lírica en el siglo XX. Pedro Salinas, en un ensayo, ha caracterizado la literatura de nuestra centuria como eminentemente lírica. Literatura impregnada por la poesía e impregnada de su espíritu.

  
Este es el mundo que nos ha tocado vivir. Mundo de postguerra en España, de diario afán difícil, mientras la otra honda lucha, la europea, continuaba con su rumor, roncamente, allende las fronteras de nuestra patria, y cuyas olas golpeaban, una y otra vez, en los Pirineos inmóviles. Olas de la guerra, allá, allá. En España, las juventudes retornaban a las Universidades. Iban apareciendo tímidamente, algunos poetas jóvenes, en cuyos libros palpitaba también la terrible verdad que agobiaba el mundo. Temática de dolor, de agonía, de muerte. Algún poeta se agarraba con ansia de salvación a la gran cruz católica, leño de Noé que flotaba sobre las aguas de la guerra como única posible solución. Acaso se avecina un gran resurgimiento del espíritu cristiano, cuyas primeras señales sean estos libritos, emocionados, de parte de la juventud poética actual. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario