SOLEDAD LLENA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


OH clara soledad de estos instantes
en que nada me acosa ni atropella.
Noche de centinela; luna, estrella,
amor para mis sueños vigilantes.

Oh clara soledad, astros amantes
diamantes de la noche tersa y bella.
Oh vuelo del espíritu hacia aquella
profundidad de tiempos ya distantes.

Huida, fuga, vuelo enamorado
por los sumisos aires del recuerdo
para traer la vida a nuestro lado.

Gozosa soledad, que por ti muerdo
sobre la nueva pulpa del pasado
el dilatado amor en que me pierdo.


GRITO, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)

  
SOLITARIO, desnudo, muerto, grito,
último grito de mi entraña rota,
que al abrasar el aire, llama ignota,
frío quedó, buscando su infinito.

Burla del eco, sombra que repito,
inútilmente triste en su derrota,
muerta voz que la vida me alborota,
por quererme nacer, nuevo apetito.

Grito mío, candente, el aire helado
que surcaste, cometa de mi entraña,
que tu amor, de tu ardor, quedó abrasado;

tus golpes socavaron la montaña,
los mares y los cielos se han domado
¡y tú no has muerto, grito de mi entraña!



OSCURA LLAMADA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


¡ESTA oscura llamada turbulenta,
voz sin contorno de una quieta hondura,
mensaje sin rubor, caricia impura,
insinuante, secreta, rauda y lenta!

Esta oscura llamada que me tienta
y me quiere arrastrar a su locura,
va ganando mi vida y mi cordura
perdidas en su ardor que se acrecienta.

Esta oscura llamada, sueño frío,
late en mi corazón, vive en mi vida,
ama en mi amor, domina mi albedrío;

esta oscura llamada maldecida,
prisión, cadena, sangre, sueño, río
por el que se desangra mi alma herida…



DESDE LA SOMBRA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


NOCHE, insensible noche que me acosa
de silencios y sombras, inconsciente,
y acaricia deseos por mi frente
con muda suavidad de tenue rosa.

Lenta mano callada y misteriosa
que sabe penetrarme ocultamente
y herirme de dulzura, suavemente.
¡Oh noche sin amor, tan amorosa!

Los sueños que dormían, sorprendidos,
al prenderse a tus labios llevan preso
mi corazón de amor a tu alma fría.

¡Qué vida de febriles y escondidos
deseos me levantas con tu beso

de sombra y de silencio, noche mía!



ADÁN PECADOR, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


TRÁNSITO por la tierra. Mira el paso,
tu huella, sobre el polvo o en la arena,
cómo marca indeleble tu condena,
tu gravedad amarga, tu fracaso.

Tránsito por la tierra. Ciego acaso,
sin rumbo y sin por qué, dura cadena
que eslabón a eslabón y pena a pena
tu vida ha de amarrar hasta su ocaso.

Tránsito por la tierra. Inútilmente
el corazón esperará su vuelo:
el polvo ha de morder la altiva frente.

Mira en tu desamparo, sobre el suelo
tu pobre barro derrotadamente:
no osen tus ojos elevarse al cielo.


EL BARRO, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)

AUNQUE sufre mi carne el cruel desgarro
que la vida me da con labio tierno
y mi arcilla y mi sangre, sin gobierno,
aun alzan un soñar al que me agarro,

como de carne soy, de sangre y barro
que, inermes, se me doman al interno
destino de la tierra, hacia su eterno
gravitar denso sin querer me amarro.

Por más que el barro aun con savia buena,
con sueño, con aliento, con gemido,
edificado está sobre la arena,

yo siento —oh tierra― helárseme un latido,
secárseme un amor, vida o cadena,
y destinarme al polvo que ya he sido.



2. LA TIERRA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


YO quisiera saber por qué esta tierra
tiene esa densidad deslumbradora,
por qué su gravedad me corrobora
contra mi etéreo amor, su abierta guerra.

No sé qué garra a su poder me aferra,
ni qué secreta música me implora
un odio o un amor que al darse ahora
con más ahínco aún, hondo me encierra.

Un extraño latido, un son inmenso,
sordo y tenaz, de entraña dolorida,
grito de amor sin luz y viento denso,

surca, rige, navega mi alma herida…
Y no puedo explicar por más que pienso
a qué oscura pasión cae mi vida.





1. LA TIERRA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


ESTA vida no es sueño; no es un sueño
que en la inconsciencia o en la fantasía
ni duerme oculto ni alza su porfía
ajeno o fiel a nuestro humano empeño.

Ni es la vida la rosa del ensueño
nuestra eterna creación de cada día,
ni la ciega la sorda ausencia fría
en la noche falaz amor sin dueño.

Amarga está la realidad afuera
con su eterna presencia dolorosa
de ineludible, mordedora fiera...

Ved aquí al mundo, sí. Junto a la rosa
también creció la espina que nos hiera;
y hay contra el sueño tierra pavorosa.



ODA A UNA MUCHACHA FEA, Poemas amorosos (1944), Secreta Fuente (1948)


TÚ, detrás de esa carne que no quieren los hombres
bajo sus ojos fríos, despiadados o ausentes...
Tú, bajo de tu carne,
bajo de esa apariencia que a su forma te obliga...

Tú, que pasas llevando
tu vulgar cuerpo oscuro
sobre la claridad de soñadas sonrisas
que no abren para ti
su promesa o milagro...
Ajena, nunca envuelta
por el ardiente resplandor de esas hondas miradas
que en lo profundo nacen
y misteriosas cruzan nuestras carnes de fiebre
para buscar los ojos donde hundirse y lograrse...

Tú, solitaria y triste,
que en la secreta selva de tus jóvenes años
sientes pasar varones de indiferencia mudos,
como erguidos deseos,
sedientos labios hondos
o como pies crueles, insensibles y ciegos,
al lado de la flor humilde y breve que en la hierba se hundía...

Allá dentro palpitas
como una flor sin alba,
un leve mar que inútil
no encontrase su orilla,
una belleza triste a la que nadie mira,
ni si fuego presiente,
ni su dulce regazo...

Tu palidez de luna desvelada y amarga,
o el brillar de tus ojos
cuando yo te miré,
fueron, sí, más que anhelo,
pasión naciente o repentina vida...
Algo más me dijeron:
que estabas dentro siempre
bajo tu amarga carne que la belleza ignora...

Tú sentías tu cuerpo
como un puerto sin nadie
donde nunca arribaron
besos, manos, caricias...
Donde nunca el amor buscó destellos
o heridores combates
porque el varón no sabe cuán viva estás tú dentro...

Yo sentí tu mirada
como una corza tímida y esquiva
cuando en mis ojos comprobaste
tu angustia adivinada...

Bajo mis lentos ojos
te hundías en la noche de tu sino,
y en tu carne sentías
el pecado que mancha tu faz no bella, oscura,
silenciosa, apagada,
donde sólo tus ojos
eternamente dulces, tristes siempre,
son luz, belleza súbita...

Te sonreí... ¿Te acuerdas?
Una instantánea llama
te encendió hacia la vida;
desde dentro sentías mi corazón latiendo...
He amado hoy tu lejana,
serena, oscura sombra.
Las almas son más bellas
y en los ojos se encuentran.
Yo no sé. Pero mi alma
desolada y doliente,
y el alma que gemía, encerrada y cautiva
en aquel cuerpo tuyo,
acaso como nunca amase nadie,
acaso como nunca, y para siempre,
se amaron un momento...

Yo no sé... Tú pasaste.
Cruelmente tu destino te empujaba sin tregua,
y a mí esa noche densa que me envuelve
me ataba.

Te sonreí... ¿Te acuerdas?
Mi corazón también
- triste, ignorado, amargo -
halló vivo en tus ojos algo de su tristeza,
su soledad sin nombre,
su olvidado destino...