EL BARRO, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)

AUNQUE sufre mi carne el cruel desgarro
que la vida me da con labio tierno
y mi arcilla y mi sangre, sin gobierno,
aun alzan un soñar al que me agarro,

como de carne soy, de sangre y barro
que, inermes, se me doman al interno
destino de la tierra, hacia su eterno
gravitar denso sin querer me amarro.

Por más que el barro aun con savia buena,
con sueño, con aliento, con gemido,
edificado está sobre la arena,

yo siento —oh tierra― helárseme un latido,
secárseme un amor, vida o cadena,
y destinarme al polvo que ya he sido.



2. LA TIERRA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


YO quisiera saber por qué esta tierra
tiene esa densidad deslumbradora,
por qué su gravedad me corrobora
contra mi etéreo amor, su abierta guerra.

No sé qué garra a su poder me aferra,
ni qué secreta música me implora
un odio o un amor que al darse ahora
con más ahínco aún, hondo me encierra.

Un extraño latido, un son inmenso,
sordo y tenaz, de entraña dolorida,
grito de amor sin luz y viento denso,

surca, rige, navega mi alma herida…
Y no puedo explicar por más que pienso
a qué oscura pasión cae mi vida.





1. LA TIERRA, Sonetos del destino (1944-1945), Secreta Fuente (1948)


ESTA vida no es sueño; no es un sueño
que en la inconsciencia o en la fantasía
ni duerme oculto ni alza su porfía
ajeno o fiel a nuestro humano empeño.

Ni es la vida la rosa del ensueño
nuestra eterna creación de cada día,
ni la ciega la sorda ausencia fría
en la noche falaz amor sin dueño.

Amarga está la realidad afuera
con su eterna presencia dolorosa
de ineludible, mordedora fiera...

Ved aquí al mundo, sí. Junto a la rosa
también creció la espina que nos hiera;
y hay contra el sueño tierra pavorosa.