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que el de esperar doliente y resignada
mendigar de tu amor una mirada,
a mi alma triste asida a triste suelo.
¡Cómo quisiera rauda, en raudo
vuelo,
ascender al amor de tu morada
para rendir su fe de enamorada
en ardiente coloquio, allá en tu cielo!
¡Cómo quisiera ardiente, aquí en
la tierra
que fueras cuerpo y sangre, toda vida,
para moverte a alegra y dulce guerra!
Sólo queda el sufrir, sin una
herida
en el robusto cuerpo, que se aferra
a perdurar sin muerte, en esta vida.
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