Como el
almendro, en cuya seca rama
que pareció al invierno ya sin vida
deja la primavera florecida
su nueva savia que en la flor se inflama,
así mi alma
también se me derrama
en una nueva primavera henchida
y de su amarga sequedad se olvida
floreciendo al Amor que me reclama…
Como el
almendro de este santo huerto
esperaba con fe la primavera
que le ha dejado de alba flor cubierto,
así mi alma
también, también espera
poder cantar la fe que nunca ha muerto,
¡el cielo Tuyo que un instante viera!