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Una exposición rinde homenaje a Bertomeu Llorens, joven poeta fallecido en 1946.

Fue discípulo de Dámaso Alonso, amigo de Carlos Bousoño y frecuentó las tertulias de Vicente Aleixandre. Educado en un ambiente racionalista y ateo, sufrió un proceso de conversión y descubrió a Dios y su vocación al Opus Dei.


El 2 de octubre ha sido inaugurada en la sala de exposiciones del Palau de Vivanco de Catarroja la tradicional exposición “Nou díes d’octubre” que todos los años organiza la Asociación Cultural Falla l’Albufera de Catarroja (Valencia).
Este año está dedicada a Bertomeu Llorens, filosofo y poeta nacido en la localidad, fallecido en 1946 cuando era una joven promesa de la literatura española, un año después de haber pedido la Admisión en el Opus Dei. En Catarroja, su ciudad natal, se le recuerda con aprecio, y es frecuente encontrar flores en su tumba que dejan personas que acuden a pedirle favores. Un colegio público de enseñanza de la localidad lleva su nombre. 

Valor humano y afectivo de los manuscritos originales de Bertomeu


La inauguración estuvo presidida por la Alcaldesa de Catarroja, Soledad Ramón, y contó con la presencia de la Regidora de Cultura y Festes, Mari Angels López y otros concejales y autoridades de la Coorporación municipal, así como de las falleras mayores de Catarroja y de la Falla l’Albufera, los Presidentes de las fallas y numerosos vecinos de la localidad, entre ellos los parientes de Bertomeu. 

Ampar Orellano, representante de la Asociación Cultural Falla de l’Albufera, expresó la emoción de todos los presentes ante el gran valor humano y afectivo que se ofrecía con los manuscritos originales de Bertomeu, y subrayó el hecho de que es la primera vez que se expone en público su obra manuscrita desde su muerte en 1946.  Agradeció en nombre de los presentes a la Prelatura del Opus Dei y a su Oficina de Comunicación en Valencia por el cuidado con que se había guardado ese material y las facilidades dadas para organizar la muestra. 

Tanto la Regidora de Cultura como la Alcaldesa tuvieron palabras emocionadas y de agradecimiento por el trabajo de la Asociación Cultural. La Alcaldesa recordó una tradición que aún se vive en Catarroja: los estudiantes, en época de exámenes, acuden a la tumba de Bertomeu para pedirle que interceda por el buen resultado de los exámenes; ella misma lo había hecho por consejo de su padre cuando era estudiante. 

Un guiño de Bertomeu a sus paisanos

Jesús Acerete, de la Oficina de Comunicación del Opus Dei en Valencia, manifestó su alegría por la iniciativa, ya que la vida de Bertomeu ofrece un ejemplo de nobleza y búsqueda de ideales muy oportuno para todos. Resaltó igualmente que Bertomeu es hoy conocido en muchos países, gracias entre otras cosas a las copias de sus cartas, de gran calidad literaria y humana, que muchos amigos suyos del Opus Dei llevaron en los momentos de la primera expansión del Opus Dei. 

Señaló también que el hecho de que la muestra se inaugure un 2 de octubre, aniversario de la Fundación del Opus Dei, constituía sin duda un guiño de Bertomeu a sus paisanos, para que se fijaran en lo esencial de su vida, su descubrimiento de Dios, sin quedarse en aspectos secundarios de la muestra. Tras las palabras del Presidente de la Falla, las Falleras Mayores de l’Albufera procedieron a cortar la cinta que inauguraba la exposición, entre los aplausos de los asistentes. 

"La juventud quizá más traspasada de vida y espíritu"

Bertomeu, nacido en Catarroja en 1922, estudió filología hispánica, fue discípulo de Dámaso Alonso, amigo de Carlos Bousoño y frecuentó las tertulias de Vicente Aleixandre. Educado en un ambiente racionalista y ateo, sufrió un proceso de conversión y descubrió a Dios y su vocación al Opus Dei. Falleció a los 24 años, dejando una obra de gran calidad literaria que refleja vivamente su trayectoria interior.


Además de los manuscritos originales de sus poemas, se expone también una amplia muestra de su correspondencia, así como alguna de las cartas manuscritas y telegramas que le envió el fundador del Opus Dei. Poco antes de su fallecimiento, san Josemaría Escrivá acudió a Catarroja para visitarle en casa de sus padres. Se despidieron con un abrazo emocionado.

En el libro Tiempo de Caminar, se puede leer:

En junio de 1946 moría en Catarroja (Valencia) Bartolomé Llorens, miembroNumerario del Opus Dei. De este hombre joven, poeta, pudo decir Dámaso Alonso -Catedrático de Filología Románica en la Universidad Complutense- en su discurso de Recepción en la Real Academia Española: «El año pasado muere Bartolomé Llorens, la juventud quizá más traspasada de vida y espíritu, que he tenido estos tiempos a mi lado... ».


Cuando Bartolo conoce la gravedad de su estado, escribe a un amigo:


«He recibido carta de Lagasca. Me dicen que vendrán dentro de unos días y que le pida a Isidoro Zorzano mi curación. Se la voy a pedir como un loco a ver qué sale. Lo que pasa es que soy tan pobre persona que quizá no merezca que por mí ocurra nada extraordinario. Pero ¡he alcanzado tantas cosas sin merecerlas!


¿Qué merecimientos, antes bien todo lo contrario tenía yo para que en unos Ejercicios (...) a los que fui con el propósito nefando de salir como estaba, me señalase el Señor con su marca de fuego? Y después, ¿quién era yo para ser hijo de Dios en su Obra divina, en su Opus Dei?».


Y así, haciendo su más logrado poema, como el Padre le dice la última vez que viene a verle, se va en un día de sol, cuando la muerte viene a cortejar su vida joven:

«Me quiere más mi muerte cada día

y corteja a mi vida moza y breve

que seducida queda a su porfía.

Toda mi vida es suya y no se atreve

-oh lento amor- a hundir ya mi agonía 

mientras mi vida pide que la lleve».


Para saber más de Bertomeu Llorens:


Bartolomé Llorens. Una sed de eternidades. Prólogo de Carlos Bousoño. Juan Ignacio Poveda. Ed. Rialp, 1997
Secreta Fuente. Antología de poemas de Bartolomé Llorens. Carlos Bousoño. Adonais, 1948.
 


José Miguel Cejas. Un joven poeta II.

Un joven poeta

Durante ese periodo Lloréns escribió varios poemarios: Hojas sin árbol, Fuga, Tránsito por la tierra... Sus versos reflejan la fuerte tensión espiritual de su alma, que atravesaba un periodo de crisis, y se hacía preguntas que no encontraban respuesta, como se trasluce en este poema que escribió en las Navidades de 1944:
Vedme, miradme todos.
soy un hombre desnudo y con las manos vacias
que viene ya de vuelta de todos los sistemas.
Un cansancio de sueños martiriza mi frente
y el corazón me duele con sangre de verdades.

En marzo de 1945 un dominico, el Padre Aguilar, capellán del Cisneros, le propuso hacer ejercicios espirituales. Y durante aquellos días se produjo la conversión espiritual que anhelaba secretamente:
La soledad, la noche en que vivía,
el hondo desamparo y desconsuelo,
la triste esclavitud que me perdía,
son ahora presencia, luz sin velo,
son amor, son verdad, son alegría,
son libertad en Ti, Señor, ¡son Cielo!


Como fruto de ese encuentro con Cristo se planteó una entrega total a Dios. El Padre Aguilar le aconsejó que fuese a La Moncloa, una residencia dirigida por personas del Opus Dei. Pocos meses después, tras hablar con su amigo Vicente Fontavella en Valencia, decidió pedir la admisión el 27 de marzo de 1945.

Residencia La Moncloa



La misma alegría de siempre, pero más alta, como iluminada



Durante esta nueva etapa de su vida Bousoño encontró a Bartolo con “la misma alegría de siempre, pero más alta y como iluminada. Me contó su experiencia y me hizo leer una serie de sonetos que había escrito como consecuencia de la remoción de su conciencia. “Son muy clasicotes”, me indicó con modestia.

Los leí y mi emoción iba creciendo a cada paso. Los poemas estaban llenos de verdad y, por tanto, de auténtica poesía. Desde entonces le ví de otro modo. No sólo iba a ser un gran científico de la lengua, sino también un verdadero poeta, que ya estaba anunciando su gran sensibilidad antes de este súbito florecer de ahora, pero que, pese a todo, me sorprendió”.


Siguió estudiando con tenacidad y los resultados académicos –Sobresaliente- le permitieron optar al Premio Extraordinario. Durante el curso siguiente se trasladó a vivir Moncloa. Fue un periodo de plenitud y de alegría en el que fue asimilando el espíritu del Opus Dei.
Durante el verano comenzó a trabajar en una tesis doctoral sobre la lengua de los pescadores de la Albufera de Valencia.

“Y de pronto -continúa evocando Bosuoño-, la gravísima enfermedad: tuberculosis laríngea avanzada. Yo le fui a ver a Catarroja. Me recibió con la misma alegría de siempre: “Me voy a morir”, me dijo con naturalidad, y añadió: “¡Pero qué fácil es morir! Lo difícil es vivir y ser fiel cada día a la honda creencia.
Yo estaba asombrado. Bartolomé no tenía el menor miedo, el menor dolor. Seguimos hablando de otras cosas ajenas a la grave noticia. No estaba triste ni parecía pensar en el asunto. Cariñoso, interesado por todo, y por todos como siempre. De sí mismo no hablaba, pero su entusiasmo no había menguado, ni su íntima felicidad.



Yo me marché con el corazón destrozado y lleno de admiración, y de no se qué extraños pensamientos. Bartolomé Lloréns era mucho más grande de lo que yo había esperado de él. Su obra magna no era necesario escribirla: la había realizado ya en su propio ser, de un modo hondo, completo”.

Viajaron a Catarroja muchos fieles del Opus Dei para cuidarle y atenderle. Un día fue a verle el Fundador, que le animó a pedir por su curación y al mismo tiempo, a aceptar la voluntad de Dios con alegría.