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Prólogo de Secreta Fuente V, Carlos Bousoño

   
V

Miguel de Unamuno
¿Cuáles serán los elementos formativos que han aglutinado la nueva poesía? Creo que son visibles dos influencias sobresalientes: de un lado la de Unamuno; de otro la de Vicente Aleixandre. Y aun habría que sumar más: la del malogrado poeta Miguel Hernández, que muere en el año 42, dejando una obra, incursa en nuestro mismo espíritu, y que es, al mismo tiempo, y en cierto modo, usando la terminología de Petersen, origen y guía de nuestra generación, como primer miembro de ella.

Estas tres influencias son las generales para todo el grupo poético juvenil, aunque la dosis sea variable en cada caso particular. Incluso puede faltar alguno de los tres elementos, siendo sustituido o no por otro u otros distintos. Pero también es reconocible la huella de Antonio Machado, Cernuda, Dámaso Alonso, algún clásico e incluso poetas extranjeros como Rilke, Whitman, etc.

Miguel Hernández, cabeza visible de la
"Generación de postguerra"
Hasta ahora he venido refiriéndome al grupo de los jóvenes surgidos después del 39, al que sin aclarar el término he asignado el mote de “generación”. Naturalmente es aún pronto para dar tal apelativo a un conjunto de poetas que todavía está sin desarrollo completo y casi, casi se encuentra en estado de brote. Pero pienso que, con todas las reservas, es ya posible ver bastantes de las características que se han exigido para la existencia de una generación: hecho catastrófico (guerra del 36); elementos formativos comunes (nótese que casi todos los jóvenes poetas son universitarios, y recuérdese lo que acabamos de decir acerca de las comunes influencias); cabeza o delantero, reconocido o no, perteneciente a la misma generación (Miguel Hernández). Petersen pide también un lenguaje generacional. Opino que este elemento es bien visible y puede ser reconocido por todos. Posiblemente la comunidad de lenguaje sea el mayor efecto de la joven poesía. En México, donde tuve ocasión de presentar, a lo largo de una conferencia, algunas muestras sobresalientes de la producción poética española de hoy, fue notada por el auditorio la relativa identidad de lenguaje entre los diversos poetas presentados.

Juan Ramón Jiménez
Es de notar que casi todos los poetas de la generación anterior, han evolucionado en un sentido no muy lejano al de los jóvenes, guardando siempre, como es lógico, sus características esenciales. Maestros y jóvenes han coincidido sobre todo en tres puntos concretos: clarificación de la expresión poética, humanización del fondo vital de la poesía, y nueva complacencia en la línea Quevedo-Machado  frente a la línea Góngora-Juan Ramón Jiménez, antes preferida. Ejemplo de lo dicho pueden ser Guillén, Aleixandre y Cernuda, por no citar sino tres de cuya obra posterior al 36 tenemos más completa noticia en España. En efecto, el tercer “Cántico” ha perdido aquella luz de sereno diamante que tenía en sus dos ediciones anteriores, y ha dado entrada a lo que llamaríamos “conocimiento del dolor”. Es bien notoria, por otro lado, la clarificación expresiva de este tercer “Cántico”, de la que me ha hablado el propio Guillén. Igual sucede en “Sombra del paraíso”, de Aleixandre, cabal ejemplo de hasta qué punto puede aliarse la hervorosidad cálida del corazón con la suprema belleza de la forma. En Cernuda, la transparencia de dicción viene dándose desde el último libro publicado antes de la guerra, “Invocaciones a las gracias del mundo”, y se continúa a través de las diversas obras escritas a partir del año crítico de 1936.

La poesía, pues, ha dado un giro desde la guerra española y hoy boga en una distinta dirección. O renovarse o morir. Nuestra poesía ha optado por el primer miembro del dilema, y hela aquí, de nuevo, dispuesta a existir, a existir bajo otro clima, bajo otra poética, pero bajo el mismo cielo de siempre: el eterno e imperturbable cielo al que aspira.

Prólogo de Secreta Fuente IV, Carlos Bousoño


IV

Vicente Aleixandre
Nuestra poética es todo lo contrario de lo que llamaríamos frivolidad o estúpido jugueteo. Pocas veces se ha hecho poesía tan en serio, con una vocación de seriedad tan honda y arraigada. Y acaso éste sea el peligro de ella. Tal vez sea “humana, demasiado humana”. Porque los que estamos metidos de lleno dentro de la corriente literaria no podemos juzgar la literatura con objetividad completa y estamos sujetos a error. Amamos lo humano, nos emociona lo humano y llegamos a considerar que poesía es “comunicación”. En una carta de Vicente de Aleixandre leo: “La poesía no parece cosa de belleza, sino de comunicación”. ¿Es esto verdad? Si nos ponemos la mano sobre el corazón, diremos que, al menos eso es lo que hoy entendemos por poesía. El criterio de ayer era otro. El de mañana será otro distinto aun. Esto es lo natural, lo lógico, lo biológico. No importa. La poesía no puede ser definida. Sólo es susceptible de definición la poética, el gusto poético de determinados períodos, sujeto a los vaivenes de la temporalidad. Hoy nos gusta lo que ayer se desdeñaba. Mañana no gustará lo que hoy nos agrada y emociona. Pero el gran poeta, y aun el no grande y solo auténtico, resucitará, pasado mañana o pasados cinco siglos. Resucitará como la luz violenta del amanecer. Siempre juvenil, la poesía existe.

¿Y la forma en que pretendemos absorber ese pálpito humano a que me he referido? En la juventud poética de hoy hay un anhelo constructivo, un afán de perfección formal que se evidencia en la boga del soneto y de otras fórmulas más o menos cerradas. Creo que todos aspiran a envasar en armoniosos y arduos recipientes el latido claro u oscurísimo de sus humanizados corazones. Ah, qué difícil, qué casi inasequible meta. Pero la juventud suplica siempre lo absoluto, y rinde sus mejores fuegos tal vez al imposible.

Tampoco importan, de momento, los fracasos. Algo quedará de este noble empeño. Alguna joya preciosa acaso quede gastada para siempre como perpetua luz en la roca durísima de la poesía castellana. ¡Luzca como un diamante, como un gratísimo fulgor, como un sueño, bajo el sol de la mañana imperecedera!

María Magdalena, "El Greco"
Perfección formal más cordial palpitación humana. Esta es la meta. Naturalmente existen los grupos extremosos que sólo llevan a término uno de los dos componentes.


Pero existen también –y son los más- los que aspiran a la síntesis feliz que los salve. A estos poetas habría que decir, como Cristo a la Magdalena: “Mereces perdón porque has amado mucho”. Amar mucho, pedir mucho, para recibir lo que sea, lo que merezcamos. Si uno solo obtiene el galardón, los demás aplaudiremos desde la otra orilla.


BARTOLOMÉ LLORENS

Artículo que resume la vida de Bartolo, a raíz del libro de Juan Ignacio Poveda, Bartolomé Llorens: una sed de eternidades. 


"¡Qué hondamente estás tú! "."De haber seguido entre nosotros hoy [Bartolomé Llorens] sería un prestigioso lingüista, probablemente Académico de la Lengua". 

Vicente Aleixandre, en cuyas tertulias
literarias participaba Bartolo.
Bartolomé Lloréns (Catarroja, Valencia, 1922-1946) estudió filología moderna en Valencia y Madrid. Fue discípulo de Dámaso Alonso y amigo entrañable de Carlos Bousoño. Participó con él en las reuniones poéticas de Vicente Aleixandre. Es un exponente de la poesía de la primera generación de posguerra y en sus poemas puede seguirse un completo itinerario íntimo, apasionadamente vivido. Apenas cumplidos 23 años contrajo una grave enfermedad que le llevó a la muerte en pocos meses. 

Carlos Bousoño recuerda de Bartolomé Lloréns su figura juvenil llena de simpatía: "serio en su trabajo, ilusionado en su afán poético, generoso y cordial en la amistad, ejemplar y maduro en su aceptación consciente y alegre de la muerte que se lo llevó tan temprano a los ojos de quienes le queríamos". 

"Más de una vez -añade- he expresado mi convicción de que de haber seguido entre nosotros hoy sería un prestigioso lingüista, probablemente Académico de la Lengua, porque, además de una labor poética intensa, Lloréns nos hacía esperar una dilatada y profunda tarea científica como filólogo. En ocasiones basta un solo poema para inmortalizar a un poeta, y la Canción del Agua Viva pertenece sin duda a ese selecto grupo. Fue el último poema de Bartolomé Lloréns, la culminación de su carrera poética. 

Dámaso Alonso en una entrevista de TVE
En 1947 Dámaso Alonso, en su discurso de recepción en la Real Academia Española, afirmó: El año pasado muere Bartolomé Lloréns, la juventud más traspasada de vida y espíritu que he tenido estos tiempos a mi lado". 

En 1948, Carlos Bousoño ofreció en Adonais una antología de poemas de Bartolomé Lloréns, con el título Secreta fuente, con un extenso prólogo del propio Bousoño. En 1993, los Cuadernos de Poesía NÚMENOR de Sevilla publicaron una Antología Poética, en edición de José Julio Cabanillas. En 1997, Juan Ignacio Poveda publicó la biografía y antología, más amplia que las anteriores, que encabeza estas líneas. Carlos Bousoño prologó estas dos últimas obras. 

Una muestra de la poesía de Lloréns:


¡Qué hondamente estás tú,
qué hondamente, viviendo
en esa interna vida
siempre pasión, del sueño!

Llama, fuego divino,
corazón, llama, fuego...
¡oh secreta mirada
de corazón secreto!

Alto en mi noche quemas,
brillas, luces; sereno
fuego que me consumes
y me iluminas: ¡fuego!

Ah tus ojos, tus ojos,
oh cima del misterio;
llamas, luces, estrellas;
¡oh: fuego, fuego, fuego!

 

3 de febrero 1945

José Miguel Cejas. Un joven poeta I.

Un recuerdo de plenitud

Hay amigos que se van durante los años de juventud y permanecen para siempre en el recuerdo. Yo no conocí a Bartolomé Llorens, pero por la huella que ha dejado en varios amigos míos, Bartolo, como le llaman todos, debió ser uno de ellos. Un recuerdo de plenitud, de fruto maduro, de las horas felices de juventud. 

Bartolomé Lloréns
Había nacido en 1922 en Catarroja, a pocos kilómetros de Valencia. Su madre era cristiana y practicante; su padre, un sastre blasquista y anticlerical. Estudió en el Instituto-Escuela, en el ambiente laicista de la Institución Libre de Enseñanza. Hizo Filosofía y Letras en la Universidad Literaria de Valencia, donde fue un estudiante apasionado, vitalista y trabajador, que se declaraba no creyente, aunque en su intimidad experimentaba una gran sed de Dios.

En Valencia fue alumno de Dámaso Alonso, con el que se encontraría de nuevo en Madrid en 1943, cuando se trasladó para estudiar Filología Moderna en lo que entonces se llamaba Universidad Central. Formó parte de la tertulia literaria que tenía lugar en casa de Vicente Aleixandre, y conoció a Gaos, Castillo Puche y en especial a Carlos Bousoño, futuro Académico de la Lengua, con quien entabló una honda amistad. 

Un recuerdo de Carlos Bousoño 

“Éramos compañeros de curso –recuerda Carlos Bousoño- , y Dámaso Alonso nuestra máxima admiración. (...) Yo escribía Subida al Amor y leía con frecuencia a Bartolomé los poemas que iba escribiendo. Sus comentarios eran siempre inteligentes y llenos de vida. Pues para nosotros lo mismo los problemas culturales que los artísticos eran vida, palpitantes trozos de vida y no secas referencias eruditas o recreativas. Bartolomé Lloréns era ya un auténtico sabio, dentro de su jovencísima juventud, sobre todo, en lingüística. 

Hubiera sido -estoy seguro de ello- uno de nuestros primeros filólogos, y hoy lo tendríamos en la Academia, sin duda ninguna, como lo está nuestro otro compañero de curso, Fernando Lázaro Carreter, que compartía con nosotros la misma aula damasiana y el mismo fervor por el maestro.

Pero aparte de las conversaciones lingüísticas, yo recuerdo, sobre todo, nuestros encendimientos poéticos, al leer juntos El Cementerio Marino, de Paul Valery, cuyas estrofas nos sabíamos de memoria los dos; así como los versos de los poetas que iban surgiendo y de los maestros que nos rodeaban. 

Bartolomé Lloréns vivía en la Residencia Cisneros, donde también vivían otros amigos míos: Tena (en la actualidad embajador), Camblor y Rodrigo Carvajal (hoy catedrático en la Facultad de Derecho), amén de Eugenio de Nora, poeta, como todo el mundo sabe. 

Medardo Fraile, Claudio Rodríguez,
Carlos Bousoño, José Hierro, Vicente
Aleixandre y Concha Lagos.
Todos coincidíamos con frecuencia en casa de Vicente Aleixandre, cuya poesía era para nosotros un maravilloso ejemplo. ¡Qué gran papel tuvieron Dámaso y Vicente en la España de entonces, tan desposeída y huérfana por los cientos de miles de españoles exiliados a causa de la guerra, muchos de los cuales eran la flor y nata de aquella cultura que España supo alcanzar con esfuerzo y gloria a lo largo del siglo!

Recuerdo las reuniones en la casa de Vicente los domingos, la alegría que allí imperaba, el afecto profundo que a todos nos unía, la ilusión de empezar a escribir, que experimentábamos como un destino frenético y deslumbrante, un ansia de ser, no famosos -eso no contaba para nada-, pero sí escritores, escribir y procurar hacerlo bien: la felicidad de que la poesía existiese, que ayer hubiésemos leído un maravilloso poema de éste o de aquél, amigo nuestro o no, porque ese matiz no era del caso. 

Todo estribaba, sencillamente, en la juventud y estela de generosidad que le es propia, cuando aquella existe en su pureza y no está desvirtuada.”