AMADA ADOLESCENTE, Poemas amorosos (1944), Secreta Fuente (1948)


 ¿CÓMO te arribaré, cómo llegarte
puro, sin sombra, dulce hasta tu cielo,
cómo ocultar lo turbio de mi anhelo,
este denso latir que va a buscarte?

¿Cómo poder quererte, cómo amarte
sin llevar hasta ti mi desconsuelo,
cómo prenderte a mi fatal desvelo
sin herirte, perderte, aniquilarte?

He de callar por siempre, he de morirme
en  el tormento duro de quererte
y no querer que sepas que te quiero.

¡Poder, con este amor sin labio, hundirme
más allá de la vida y de la muerte
y más allá del sueño en el que muero!


AMADA ADOLESCENTE, Poemas amorosos (1944), Secreta fuente (1948)


 NO cabe otro sufrir ni otro consuelo
que el de esperar doliente y resignada
mendigar de tu amor una mirada,
a mi alma triste asida a triste suelo.

¡Cómo quisiera rauda, en raudo vuelo,
ascender al amor de tu morada
para rendir su fe de enamorada
en ardiente coloquio, allá en tu cielo!

¡Cómo quisiera ardiente, aquí en la tierra
que fueras cuerpo y sangre, toda vida,
para moverte a alegra y dulce guerra!

Sólo queda el sufrir, sin una herida
en el robusto cuerpo, que se aferra
a perdurar sin muerte, en esta vida.



BRISA DE AMOR, Poemas Amorosos (1944), Secreta Fuente (1948)


  
BRISA que el cielo de la mar envía
a iluminar mi corazón;
rumor sobre la sombra de mi frente,
secreta, dulce voz
por la que el sueño de la mar te quiso
para la noche de mi amor.

Espuma clara, leve
luz de las aguas como sol,
a quien jamás la mano enamorada
pudo ofrecer su apasionada flor,
ni los labios su beso delicado,
ni su latido el corazón.

Sobre la arena de mi pecho
laten las olas su rumor;
pero otras brisas y aguas, otros cielos
llevan mi vida en su canción…
Yo quedé para siempre –oh brisa, espuma-
con el silencio de mi amor.